No recuerdo desde que edad lo empecé a ver, sentado en la banca del parque rodeado de palomas. En un principio me imagine que venia de lugares lejanos y exóticos, era tan diferente a todos los que conocía. Luego Gustavo, el niño más increíble del salón [ mi mejor amigo] me hizo ver que tan solo era un pordiosero que le gustaba la compañía de esas aves en lugar que de las personas. Y aunque no lo molestábamos, lo mirábamos con desprecio, al menos eso fingía frente a Gus. Aún así, siempre me atrajo su vestimenta, su particular modo de sentarse y sus gestos suaves frente a las palomas, pareciera como si sus manos simulaban el vuelo de sus amigas y ellas parecieran que lo entendían. Cuando Gustavo no estaba cerca lo veía por largo rato, sentado en mi bicicleta simulando que paseaba. El parecía no verme. ¿Qué lo habrá llevado a esa aparente soledad?
Un día de camino a la escuela, en la banca donde siempre se sentaba deje una paleta. Ese fue mi primer regalo, tal vez deseaba aliviar un poco su soledad. Luego conforme pasaban los días y aprovechando que nadie me veía iba dejando diferentes cosas: un globo rojo sin inflar, un dibujo de la luna y las estrellas, un chicle de frutas, un puñado de semillas que le robe a la vecina para las palomas, una caja de cerillos con la frase “Se feliz”. No recuerdo exactamente cuantos regalos fueron, ni tampoco en que día los regalos dejaron de ser importantes y aunque seguía paseando por el parque y el seguía estando en su misma trinchera, ya no me daba tanta curiosidad. Se volvió parte de mi entorno hasta desaparecer.Hoy después de muchas lunas, sentado en la misma banca del parque comprendo la danza de las manos y la compañía de las palomas, y siento que sí, dentro de mi inocencia lo hice sentir menos solitario.
Un día de camino a la escuela, en la banca donde siempre se sentaba deje una paleta. Ese fue mi primer regalo, tal vez deseaba aliviar un poco su soledad. Luego conforme pasaban los días y aprovechando que nadie me veía iba dejando diferentes cosas: un globo rojo sin inflar, un dibujo de la luna y las estrellas, un chicle de frutas, un puñado de semillas que le robe a la vecina para las palomas, una caja de cerillos con la frase “Se feliz”. No recuerdo exactamente cuantos regalos fueron, ni tampoco en que día los regalos dejaron de ser importantes y aunque seguía paseando por el parque y el seguía estando en su misma trinchera, ya no me daba tanta curiosidad. Se volvió parte de mi entorno hasta desaparecer.Hoy después de muchas lunas, sentado en la misma banca del parque comprendo la danza de las manos y la compañía de las palomas, y siento que sí, dentro de mi inocencia lo hice sentir menos solitario.
Comentarios
Yo tengo las mias aunque no en el banco de la plaza.
Besitos
Precioso texto.
un abrazo
Volveré a pasar por aqui...
que historia tan tierna...
un abrazo niña